El viernes pasado, el grupo de Mujeres de cambio rural “El Despertar” y representantes de la Juventud Agraria Cooperativista visitaron al campo demostrador de la cooperativa “La Ganadera General Ramírez Limitada”, en Gobernador Echagüe.
El ingeniero de la cooperativa, Pablo Muller acompañó a los visitantes en el recorrido y describió el proceso de sistematización del campo y los resultados obtenidos.
“Cuando se toma en el año 2007, casi no tenía alambrados perimetrales así que había animales de todos los vecinos”, contó a esta Agencia. El campo tiene superficie agrícola, cañadas y monte, pero en aquel momento “se estaba haciendo producción agrícola solamente, se sembraban las partes más altas del campo y todo lo que era cañada no se utilizaba y los vecinos largaban animales, que dañaban los cultivos”.
Además, Muller señaló que el suelo estaba “bastante degradado, porque no tenía curvas de nivel, no tenía casi siembra directa, se habían lavado mucho las lomas y la fertilidad no era muy buena”.
“El primer objetivo fue aislarnos de todas las situaciones externas: hacer un alambrado perimetral, sacar las vacas que no eran nuestras y empezar a recuperar el suelo”, mencionó y, en este sentido, explicó que en una primera etapa se apuntó a la sistematización del suelo, “confeccionando curvas de nivel, para evitar la erosión que hace el agua por el escurrimiento a alta velocidad”.
Luego se construyó un alambrado eléctrico en las cañadas para comenzar a pastorearlas con hacienda propia.
El ingeniero agrónomo contó que lograron controlar la erosión y comenzaron a realizar una siembra “sin remoción de suelo, es decir, siembra directa”.
“Los niveles de materia orgánica que tenía el suelo eran muy pobres -describió- y se comenzó a hacer rotación de cultivos que incluyeran gramínea como el trigo y el sorgo. Vimos que con el trigo teníamos buenos resultados pero la soja la terminábamos cosechando más tarde y el rendimiento era bastante pobre. Entonces, a los dos años de hacer agricultura, empezamos a hacer una rotación distinta con una gramínea, pero anual, como el sorgo, y al año siguiente sembrábamos soja para controlar malezas. Esa rotación nos permitió incorporar un rastrojo muy voluminoso como el sorgo y tener soja sobre un lote que estaba recuperando materia orgánica”.
Con la siembra directa se apostó también a levantar los niveles de fertilidad del suelo: “cada siembra que se hacía se incorporaban importantes dosis de fertilizantes como para mejorar el suelo”.
Además, se planteó que era difícil el acceso a algunos lotes por las cañadas. Para resolver este problema, “se hizo un camino perimetral por dentro del campo que permitió recorrer uno por uno los lotes y eso nos mejoró mucho la accesibilidad”.
“A nosotros nos sirvió de mucho”, dijo Muller sobre los trabajos de sistematización del campo, porque “el primer año, los rindes de la soja eran de 15 a 17 quintales, todo debido a la falta de fertilidad y la erosión de los lotes. Pero con la construcción de las curvas de nivel y la fertilización, en la última campaña tuvimos un lote que dio 25 quintales de soja. El rendimiento no es como en la zona de Victoria, pero para una zona que es marginal para la agricultura, es un salto importante”.
Asimismo, destacó que hace un par de años, se empezaron a incorporar pasturas para la crianza de animales: “fue otra de las cosas que se mostraron, que en este campo conviven la agricultura y la ganadería; una ganadería más extensiva con pastoreos rotativos y bastante intensivos”.
De la Redacción de AIM