Berruhet es hombre de campo y no anda con vueltas para decir las cosas. Como dirigente de una cooperativa zonal aprendió además a gestionar con premura y a resolver sobre la marcha, pero planificando a futuro. “¿Por qué están destruidos los caminos rurales? Muy sencillo: porque el órgano encargado de llevar adelante las tareas no cumplió. Entonces, la responsabilidad absoluta del estado de los caminos es de la dirección Provincial de Vialidad (DPV). Bajo esa premisa, podemos decir que la gestión fue poca y no alcanzó, o fue nula, aunque para medir las bondades del desarrollo de una función, la mejor forma es mirar los resultados obtenidos”.
En diálogo con esta Agencia, el contador explicó que si el Estado provincial quisiera encontrar una excusa, “podría cuestionarnos a nosotros, los ciudadanos del departamento, argumentando que no lo proveímos de los recursos necesarios, pero para contrarrestar ese argumento, solo mencionaré que en los últimos 12 años se sembraron en Nogoyá 120.000 hectáreas de soja por año que, con un rinde promedio de 20 quintales a 150 pesos el quintal, da una cifra de 4.320.000.000 millones de pesos en el periodo. Solo en retenciones, a este cereal le pusimos 1.450.000.000 millones. El porcentaje en los combustibles, la parte correspondiente al inmobiliario rural y otros tributos, engrosan significativamente esa cifra que ya de por si es monumental y, creo con humildad, suficiente”. Contundente y pragmático, como buen contador, no escatimó los números y dio ejemplos concretos.
La estructura de Vialidad no es apta
“Si todo ese dinero no le alcanzó a la Zonal de Vialidad para mantener los caminos rurales en los últimos 10 o 15 años, estamos en serios problemas. Por eso pienso que la estructura vigente de Vialidad Provincial no es apta para su función y debe ser modificada sustancialmente”, lanzó el cooperativista, quien admitió que “la modificación es una discusión larga que no merece tratarse en esta entrevista; con humildad intelectual, solo estimo que debería crearse un ente público-privado de gestión privada, con recursos directos asignados por Ley para dificultar posibles desvíos de fondos como consecuencia de otras urgencias, que se ocupe de mantener la red vial de Entre Ríos”.
En rigor, Berruhet propuso crear un ente mixto público-privado, como el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (Ipcva) o la Fundación de Lucha contra Fiebre Aftosa (Fucofa).
El rol del Estado
En los Estados modernos, los roles del ciudadano y los del órgano administrador están bien definidos y deben ser complementarios y no superponerse. “La función del Estado es brindar servicios generales que no pueden estar totalmente en manos privadas, como por ejemplo, salud, justicia, seguridad, educación y estructura vial, entre otras.
La realidad muestra que el Estado provincial resultó incapaz de cumplir con una función, pero esto no amerita que los privados deban reemplazarlo en esta tarea”, afirmó el agropecuario y señaló que “los productores no podemos ni debemos asumir una responsabilidad que es del Estado provincial, que debe gestionar el gobierno de turno; lo que si podemos es co-gestionar, como lo hemos realizado en otras aéreas, en un entendimiento con las autoridades provinciales”.
Consciencia de grupo
Para poder imponer una idea tan radical, la ciudadanía afectada por este inconveniente debe tener conciencia de grupo. Para Berruhet, “la solución no es que llegue el verano, ni que arreglen 20 pasos complicados para la zona más poblada del interior departamental, y menos que (las autoridades) nos reúnan y nos prometan pavimentar tantos kilómetros o construir los puentes de don Cristóbal o Nogoya al norte. Los que andamos en esto desde hace algunos años, sabemos de promesas incumplidas. Los que habitan estas zonas son los que deben proponer soluciones racionales y realizables y, una vez determinado el objetivo, ponerse en acción para su realización”.
La real dimensión
Ahora observaremos la dimensión exacta al desastre que representan los caminos cortados o intransitables. Como lo hicieron diferentes actores en notas que publicó AIM, Berruhet propuso analizar el problema atendiendo el orden educativo y social. “Para que no parezca que solo se defienden intereses económicos, dejo ese tema de lado. Podemos imaginar una escuela de campo a la cual asisten 15 alumnos y dos maestras que viajan todos los días a formar a las generaciones futuras. Es complicado el arribo a ese establecimiento porque no hay camino, porque el auto no pasa el pantano, porque no hay tractor, porque la docente no tiene forma de llegar, porque en vez de cinco kilómetros debe hacer 30 o 40. ¿Qué explicación le daremos a esos chicos cuando lleguen a su adultez y vean que no fueron educados ni formados? Esa falencia se les notará cuando intenten incorporarse en el mercado laboral. Me pregunto por qué esa diferencia abismal entre alumnos de una misma nación o provincia, y más todavía, de un mismo departamento. Así, la única salida que le brindamos a estos jóvenes es la terminal para que emigren a los centros urbanos. En pleno siglo XXI, eso es imperdonable”, fustigó.
La complejidad de la zona rural
El ciudadano rural no disimuló su enojo e insistió en el análisis social: “solo basta observar los domingos de descanso imposibles, las reuniones familiares, los cumpleaños, ir a misa o a ejercer cualquier culto, las reuniones de amigos, los casamientos, los velorios, los nacimientos, y muchas otras actividades más. Diga alguien por qué lo que es simple y rutinario en una ciudad, es difícil, costoso y problemático en la zona rural. No vale la pena ponerse ni un instante en el lugar del otro para efectuar una valoración de su realidad”.
Un trabajo complicado
Berruhet admitió que el trabajo rural es de por si ingrato, “por las inclemencias del tiempo, porque tratamos con biología, porque es pesado y rústico. ¿Merecen esos conciudadanos, además de eso, nuestro desprecio por su realidad cotidiana? A la realidad de nuestra estructura vial no la vamos a modificar en poco tiempo; solo sería bueno que los responsables anteriores paguen su impericia, aunque mas no sea con una condena social, pero los venideros deberían saber que ellos no tienen margen para el fracaso, porque hay una comunidad rural muy activa que los está vigilando de cerca”.
La fuerza del campo
Berruhet tiene impreso en su ADN que es un hombre de campo y que integra ese colectivo. No anda con vueltas. Es sencillo, pero arremetedor. Por eso explicó a esta Agencia que “nosotros, los del campo, debemos movilizar todas nuestras razones ante los legisladores departamentales para que sean cabecera de playa de un reclamo que casi es un lamento. No aceptemos parches ni enmiendas a soluciones ya conocidas, seamos innovadores en los reclamos y las propuestas. Si algo debemos rescatar del conflicto rural de 2008 es que tomamos conciencia de nuestro derecho a reclamar, así como el Estado de su obligación a escuchar”.
Y alegó: “como muchas veces hemos manifestado, nadie defenderá nuestros derechos mejor que nosotros mismos; nadie sabe cómo nosotros de nuestra propia realidad. Por eso, reclamemos siempre dentro de la Ley, pero siendo implacables. A esta realidad vial deben revertirla las autoridades y si no lo hacen, dios y la patria (nosotros) se los reclame, tal cual reza el Preámbulo de la Constitución”.
Nota de la Redacción: las fotos son gentileza del contador Felipe Berruhet.